En estos tiempos en los que vivimos, donde por desgracia nos ha tocado vivir rodeados de una gran tela de araña social que teje los parámetros y decide las etiquetas que se le pondrán a cada cosa que salga a la palestra, es realmente complicado encontrarse con algo que haya salido hace relativamente poco y merezca realmente la pena. Y por éso mismo, cuando me encontré de lleno con este fenómeno guitarrista, me di cuenta de que todavía hay esperanza para la música, y sobre todo, para aquellos a los que nos gusta la música de verdad, creativa, trabajada y con sentimiento. Tal y como la hace el italiano Stefano Barone, el protagonista de la actualización de hoy y creador de las dos maravillosas canciones que os enlazaré en un vídeo más adelante, que responden a siguientes (y curiosos) nombres: Batman y Alexander Supertramp. Cierto es que lo que hace Stefano Barone ya que el fingerstyle estaba inventado desde hace tiempo… y entonces direis: ¿qué le hace tan especial entonces? Es sencillo… mientras la mayoría de los artistas de ese particular estilo (que me encanta, la verdad) suelen centrarse en sus guitarras y ligeras ayudas percusivas hechas con partes de sus propios cuerpos, este guitarrista transalpino incorpora un toque modernizador a su música, aplicando efectos y artilugios externos de carácter electrónico… ¡ahí es nada!

La verdad es que desde hace años ya, me encanta este estilo de música, y aunque en España es practicamente desconocido (como la mayoría de las cosas buenas), en otros países está en pleno auge desde hace años, coincidiendo con la salida a la palestra de multitud de guitarristas de fingerstyle a lo largo y ancho del globo terráqueo. Pero este italianillo de a pie y su música tienen algo diferente, que podreis ver a lo largo de estas dos canciones. El uso del e·bow y los efectos de delay aplicados a todas las ondas sonoras que salen de la guitarra le aplica un carácter muy personal y una contundencia que nunca antes se había visto a la hora de tocar una simple y llana guitarra acústica. Viva la creatividad de este tío y la madre que lo parió… Cosas así no se ven con frecuencia, y ojalá hubiera más gente que se tomase el termino experimentación musical del mismo modo que se lo toma Stefano Barone.

Después de ver el vídeo que os he enlazado y disfrutar de la maestría del increíble Stefano Barone (o éso espero, vaya), espero que comprendais un poco más cuál es mi forma de ver la música y el porqué de mi alegría cada vez que encuentro una obra de arte de este tipo, ya que hoy en día no es nada sencillo. No obstante yo seguiré por mi parte compartiendo con vosotros este tipo de cosas según las vaya encontrando o me vengan a la cabeza en un momento dado, contad con ello. Por si quereis escuchar más cosas de este fenómeno, os recomiendo que os hagais con su disco Particolare#Uno, editado por CandyRat Records a finales del año 2008. Yo tengo una copia del mismo y la verdad es que es un cúmulo de sorpresas de la primera a la última canción, sin excepción… y todas sorpresas agradables al oído, con lo cual le añade un plus de interés. Dadle una oportunidad y no os arrepentireis, de verdad.

Como dice el archiconocidísimo temazo de Queen, We are the champions, my friends! Y ojo, es que no es para menos, ya que nuestra selección nacional de fútbol es nada más y nada menos que campeona del mundo. ¿Quién me lo iba a decir a mí? En fin… recuerdo el primer mundial que vi en por televisión cuando no era más que un criajo de ocho añitos: Italia 1990. Por lo que recuerdo, a España no es que le fuera demasiado bien en aquel mundial, pero aquellos eran otros tiempos, otro fútbol, otra forma de ver las cosas. Cuatro años más adelante, en el mundial de Estados Unidos 1994 (campeonato que tengo mucho más fresco que el anterior), todo el mundo presenció un increíble robo ante Italia en el partido de cuartos de final, partido en el que Mauro Tassotti le rompió el tabique nasal a Luis Enrique y el árbitro húngaro Sándor Puhl, dejó que el transalpino saliera impune de esa fechoría, mientras que le decía a Luis Enrique que se levantase, que aquello no era nada, y éste le mostraba toda la camiseta llena de su propia sangre mientras despotricaba a los cuatro vientos sobre los familiares tanto del internacional italiano como del colegiado mientras a todos se nos quedaba una cara de tontos enorme y los italianos se congratulaban entre risas.

En aquella ocasión no pudimos contra el marrullerismo italiano y entre éso y el cegato del árbitro, nos privaron de lo que hubiera sido el primer paso a semifinales en la historia de la selección. Cierto es que el codazo en cuestión dio muchísimo que hablar y la prensa de todos los países se puso de acuerdo en afirmar que aquello había sido un robo clarísimo por parte del árbitro a España, una selección que había llegado hasta ahí trabajando duro y tras unos comienzos nada sencillos. Vamos, que entre unos y otros, nos mandaron de vuelta a casa cuando lo teníamos todo de cara para hacer un buen papel y dejar el listón bien alto para futuras generaciones… y cómo no, para darle una alegría a todo el mundo, ya que la selección contaba con el apoyo de mucha gente, incluso fuera de nuestro país.

Luego vino el fracaso de Francia 1998, en el que nos mandamos a casita nosotros mismos tras hacer el ridículo de una manera espantosa y perder contra una de las selecciones más débiles, lo cual nos hizo quedar fuera en la fase de grupos. ¿Quién tiene la culpa? Pues nosotros mismos, porque centralizarlo en Zubizarreta y su gol en propia no sería justo, porque el resto del equipo podía haberse puesto las pilas y encarar el partido con más ganas y mejor juego. Pero si realmente hay algo que me indignaba fue lo que pertrecharon en el mundial de Japón y Korea 2002, donde de nuevo en cuartos de final y esta vez jugando contra la anfitriona, un despreciable egipcio llamado Gamal Al-Ghandour y su dupla de incompetentes jueces de línea, nos volvieron a hacer de las suyas, anulando dos goles legales y concediendo como parado un penalti que no debería haber sido concedido, ya que el portero no estaba legalmente situado en el momento del lanzamiento. Vamos, un puñetero robo en toda regla del que el gandul ese salió impune.

Durante todo el tiempo cercano a ese partido, se habló de sobornos, de que los jueces de línea estaban forzados a tomar ciertas decisiones, de que el partido estaba más que amañado por un mandatario koreano, y de mil cosas más. Ninguna de ellas llegó a salir nunca a la luz, pero lo que sí permaneció fue nuestra indignación por otro robo… otra vez que nos hacían la cama, y de que jamás íbamos a pasar de cuartos en un mundial de fútbol. Realmente daba igual que jugásemos mejor que el resto, porque ya iban a estar los árbitros para robarnos la cartera con decisiones de este tipo y joder la marrana para chafarnos la clasificación a una ronda a la que merecíamos haber llegado, sin duda alguna.

En el mundial de Alemania 2006 nos caímos nosotros mismos con todo el equipo por exceso de confianza, ya que la selección francesa, a quien todos veían mas fuera que dentro, nos endosó un correctivo en octavos de final que nos dejó en la estacada y curiosamente acabó llegando a la final para perder de una manera dantesca con otra vieja conocida nuestra… Italia. Pero todas esas decepciones han merecido la pena, porque en Sudáfrica 2010, la selección nacional pudo sobreponerse a todo éso y a muchísimo más para alzarse con la victoria y ser coronados como campeones, por fin. Tras un mal cominezo perdiendo contra Suíza, y dos arreones contra Honduras y Chile (a quienes ganamos finalmente), España pasó como primera de grupo, y de pronto… Portugal en octavos de final, nada sencillo, si no fuera porque los portugueses estaban más preocupados de pelearse entre ellos y poner en entredicho las tácticas que realmente de jugar y éso nos allanó el camino. En cuartos nos cruzamos con un reñido enfrentamiento contra Paraguay del que salimos victoriosos gracias al esfuerzo y la lucha de los chavales de la roja, lo mismo que en semifinales contra Alemania, para mí… el mejor partido del mundial: elegante, duro, reñido y limpio por ambas partes.

Pero en la final yo no entendí qué pasaba. España había salido a jugar al fútbol, pero por lo que parece Holanda iba más bien a un combate de kick-boxing, a juzgar por los codazos, patadas a destajo y salvajes entradas a todas las alturas con los que cosieron a la mayor parte de la selección nacional. Un juego tremendamente duro, en el que el árbitro, el inglés Howard Webb, debía encontrar cierto placer, porque pudiendo liquidar a tres holandeses en el primer tiempo a base de tarjetas, decidió que no lo iba a hacer. Pero el asunto no se acaba ahí, porque además de perdonarles más de cinco expulsiones en todo el partido, llenó de tarjetas amarillas a una España que tampoco las mereció tanto en comparación con los oranje, que pateaban a sus anchas a los de La Roja, y nos birló ampliamente tres o cuatro penaltis que hu bieran cambiado el curso del partido. No obstante, Iniesta llegó en el momento oportuno y coló el esférico en el fondo de la red holandesa para resarcirnos de todos esos robos, todas esas decepciones, toda esa rabia contenida. Este mundial es el que la historia nos debía por justicia. Y ya está en casa.

En esta ocasión, ataco de nuevo al mundo cinematográfico hablando de una de mis películas favoritas de todos los tiempos: El Exorcista. La verdad es que no necesita mucha presentación, ya que cualquier persona la conoce hoy en día, y aunque puede que haya gente que no la ha visto, conocen de sobra la temática de la que trata.

Sin duda nos encontramos ante una de las cintas que marcó un antes y un después en el cine de terror. Incluso me quedaría corto si dijera que desde que se emplea color en el cine, es la película con más papeletas para ser calificada como clave dentro del género demoníaco. Es tal la repercusión que en su día tuvo, tanto en la crítica especializada como en el público, que llevó a la creación de precuelas, secuelas y actualizaciones (aunque con menor calidad y menor éxito) en las décadas posteriores. El gran trabajo de su director, William Friedkin, radicó en la perfecta selección de los actores que llevan los roles protagonistas, que aunque no contaban con demasiado reconocimiento, a partir de dicho filme, las grandes productoras se tiraban de los pelos para poder contar con ellos en sus creaciones. De todas formas, no fue el caso de todos ellos, ya que de algunos, apenas se cuentan con los dedos de una mano los créditos en filmes posteriores. No obstante, el trabajo de todos ellos se torna fabuloso, y en ese resultado contribuyó en gran medida la desmesurada exigencia de Friedkin durante el rodaje: secuencias grabadas a temperaturas bajo cero, cientos de repeticiones de algunas tomas, discusiones y más discusiones con los actores (en especial con la joven Linda Blair, que encarna el papel más importante de la película) y un trabajo de maquillaje y efectos especiales envidiable y digno de la mejor de las compañías de efectos especiales de la actualidad (algo muy poco frecuente en la época).

Teniendo en cuenta la época en la que fue realizada, los efectos especiales son una verdadera maravilla. William Friedkin creó atmósferas a temperaturas bajo cero para recrear con total veracidad el frío necesario para algunas escenas, como la del encuentro clave entre el Padre Dyer y Regan en la habitación de esta última. El maquillaje está también muy bien logrado dentro de la tesitura que requería el filme, y ha sentado precedente en posteriores cintas de exorcismos (tanto serias como paródicas), por lo que podemos decir que en este aspecto, también consta como punto de inflexión a la hora de crear maquillajes demoníacos a la par que asimilables a un rostro humano. La maravillosa banda sonora (cuyo tema principal fue compuesto por el de aquella jovencísimo Mike Oldfield) da mayor vivacidad a las escenas cumbres y completa de un dinamismo sin precedentes el ya majestuoso ambiente visual de la película, mientras que la magistral interpretación del difunto Jason Miller (en el papel del malogrado Padre Damien Karras), el Reverendo (sí, Reverendo de verdad) William O’Malley (como el Padre Dyer, otro de los muchos sacerdotes que hacen acto de aparición en la cinta) y el afamado actor (en aquellos años) de teleseries Max Von Sydow (como el Padre Lankester Merrin), redondean a una calificación altísima el nivel interpretativo del conjunto, con unos roles de los que más de uno ha llegado a sentir lástima, especialmente por el Padre Karras (¿y quién en su sano juicio no?).

Aunque guarda ciertas diferencias con la novela en la que se basa (obra de William Peter Blatty), éstas son ciertamente nimias, por lo que la adaptación cinematográfica es de lo más fiel que podemos ver en los años 70. Bien cierto es, también, que en posteriores secuelas, la cosa ya decayó en cierto modo y la trama original degeneró en meras asociaciones sin fundamento, pero hablando de esta cinta, todos los calificativos agradables son pocos para definirla. Tengamos asimismo en cuenta que en las décadas siguientes (hasta la década actual), casi todas las películas con base en un exorcismo guardan reminiscencias con la cinta de Friedkin, lo que reafirma de nuevo (por enénisma vez) que el impacto en la sociedad (tanto la de a pie como la cinematográfica), fue gigantesco y El Exorcista pasó a la historia como una obra de culto en el ámbito del terror demoníaco. Cintas más actuales como pueden ser, por ejemplo El exorcismo de Emily Rose o Exorcismo en Connecticut, desprenden aromas de El Exorcista por todas partes… desde el argumento hasta incluso algunas planificaciones de escenas, lo cual añadé si cabe más caché al filme.

Sinceramente, y desde mi más humilde punto de vista, un referente del género de terror, y sin duda, toda una obra maestra donde las haya. Podeis descargarla (si os apetece, claro, que no os obligo) en el enlace que aquí os adjunto.

No soy alguien que suela fijarse mucho en las bandas sonoras de las series de televisión que veo, pero en este caso debo decir que me quito el sombrero ante el señor Jeff Beal y su magnífico trabajo desarrollado en la banda sonora de la (por desgracia) ya finiquitada serie de cosecha estadounidense Carnivàle. Bueno, sinceramente Beal no es el único que corta el pastel en este maravilloso trabajo, sinó que hay al menos otras dos personas involucradas en la composición de los temas que conforman esta interesantísima banda sonora: Wendy Melvoin y Lisa Coleman, conocidas por su apabullante contribución al mundo de las series de televisión con numerosos temas para las mismas, y también se utilizan algunos temas tradicionales y populares (bastante oscuros, a decir verdad) de las décadas de los 20 y 30, lo cual le confiere más autenticidad, debido a que la serie se desarrolla precisamente en esa franja de tiempo.

La verdad es que me llama tremendamente la atención esta banda sonora por su enorme carga de calma casi hipnótica, con una curiosa combinación de banjos, violines, coros, duduks, y demás instrumentos étnicos, conformando una amalgama de sonidos que refleja a la perfección la atmósfera que contagia la serie. Tiempos difíciles que son perfectamente ejemplificados con melodías calmadas, pero a su vez oscuras, profundas y tristes, que dejan entrever pequeños halos del misticismo que envuelve toda la parafernalia de los circos ambulantes de este tipo, que tanto proliferaban en aquella época (y que por desgracia, han caído en la extinción hace ya un par de décadas).

La banda sonora de la primera temporada de esta serie (que realmente es la única que salió tecnicamente a la venta y es la que aquí nos ocupa) salió a la venta en el año 2004 bajo el auspicio de la discográfica Varèse Sarabande y consta de un total de 26 pistas, todas de una duración corta o media, debido a que son más bien música incidental que otra cosa. El hecho de que sea puramente música incidental no quiere decir que sean temas insulsos, ni muchísimo menos, sino que todo lo contrario, ya que desde mi punto de vista son temas llenos de personalidad en todos y cada uno de los casos. Es curioso como una conjunción de instrumentos a priori tan sencilla y llana, puede llevarse a cabo con un resultado tan hipnótico, pero por lo que habreis podido comprobar si habeis leído otras entradas del blog, se ve que por lo que parece, tengo cierta habilidad para encontrar cosas de este estilo. ¿Don o casualidad? A saber, la verdad…

No puedo negar que me encanta la totalidad de los temas de aparecen en esta banda sonora, así que si me mandasen destacar varios en particular que me llegan o me llaman la atención más que el resto no podría decidirme por ninguno en concreto… y creo que es la primera vez que me ocurre con una banda sonora, ya sea de una película o de una serie. Supongo que será una señal de que realmente vale la pena en su totalidad, y ya no sólo para mí, sino para cualquiera que la escuche. Por ello os he dejado un enlace adjunto. Espero que os guste, y cuando la hayais escuchado no os olvideis de comentarla aquí y de esa forma podremos poner todas las ideas (tanto las mías como las de todos vosotros) en común sobre este increíble e infravalorado trabajo de composición y ambientación musical.

Me gustaría abrir el pequeño apartado para el cine y las series de televisión en este pequeño blog hablándoos de una película que cuando la vi me pareció que merecía la pena y según la fui analizando con el paso de los años, más me gusta… y a la gente, por lo que parece, menos (algo que nunca entenderé). Se trata de la estupenda co-producción anglo-rumana 9 Extraños (con un pequeño cambio con respecto al título original, que era House of 9).

Aunque no goce de demasiada popularidad, se trata de una cinta que aborda de manera asombrosa el patrón de comportamiento del ser humano. Llegada a las pantallas en 2005, y de la mano de Steven R. Monroe, irrumpió en la industria cinematográfica causando poco revuelo, pero llegó a ciertos sectores de la población que años antes no la hubieran aceptado. De hecho, el verdadero éxito de 9 Extraños se basa precisamente en la manera en la que se ganó los adeptos: un guión directo y sin concesiones que trata sin tapujos temas como la muerte, los celos, el sexo, el racismo y los problemas de pareja, salpicado con dardos sociales que dejan caer varias teorías sobre la dudosa y ambigua moralidad del instinto de supervivencia. Talmente, nos encontramos con un claro reflejo de los extractos sociales presentes en cualquier gran urbe de nuestra civilización y tiempo (actuales, claro), aunque con unos clichés demasiado típicos y tópicos, éso sí, con fundamento, ya que todo lo que se refleja podría ocurrir realmente.

La trama del metraje toma cuerpo con una cuidada selección de diferentes extractos de la sociedad de las grandes ciudades (un sacerdote lleno de bondad, un aspirante a rapero más chulo que un ocho, una chica del ghetto con un localizador de la policía en el tobillo, un diseñador gay, una bailarina de segunda, un miembro del cuerpo de policía, una ex-tenista que ha caído en declive, un compositor en el ocaso de su carrera y su mujer, con la que tiene problemas conyugales) dan vida a un potente thriller en el que esas 9 personas son secuestradas, drogadas y encerradas en una casa de la que sólo saldrá el que permanezca con vida, y a cambio, se llevará una importante suma de dinero. Todo un repertorio de sentimientos (tales como los mencionados en el anterior párrafo) que derivan en estados mentales confusos y psicóticos que asolan la moral (alguna dudosa) de los nueve habitantes de una mansión cerrada a cal y canto y vigilada por cámaras y micrófonos. Un lugar de ensueño para pasar las vacaciones, vamos…

Con unos decorados simples pero efectivos y una banda sonora más propia de anime que de una película de suspense (aunque la verdad, es bastante buena), el metraje es capaz de llegar a todo aquel que alguna vez se ha planteado qué haría en una situación extrema, dominando de una manera soberbia los planos de las cámaras, la interacción entre escenas y un apropiado juego de roles en el que todos (aunque cada uno a su modo) quieren asumir el control de la situación y erigirse en la figura que ostente el mando del grupo. Encabezan el reparto el indudablemente extraordinario y tristemente fallecido Dennis Hopper (por el que parece que no pasaban los años, ya que desde mi más tierna infancia lo recuerdo así) y una sorprendente e inocente promesa de actriz (en aquella época) que ahora mismo ya se ha consagrado, Kelly Brook. Un aplauso para ambos y para el resto del reparto, a quienes he visto bastante capaces y muy creíbles durante toda la película, incluso cuando no creía que pudieran dar más de sí.

Es curioso ver cómo las personas que están sometidas a situaciones extremas reaccionan de manera violenta ante temas de carácter trivial, y cuando hay que atender un asunto de vital importancia, parecen impasibles. Sin duda, un filme entretenido que puede hacer que una tarde de domingo esté libre de aburrimiento, además de hacernos pensar en qué somos y cual es el sentido de la vida. Como un Gran Hermano, pero con algo más de aliciente.

En resumen, que creo que merece la pena que le deis una oportunidad, en caso de que no lo hayais hecho antes, y para ello os dejo aquí un enlace para que os descargueis la película y tras verla opineis aquí si os apetece: